martes, 20 de septiembre de 2011

LA DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO GRADO DECIMO

Las consecuencias de la total penalización del aborto constituyen un grave problema de salud pública

Según el Ministerio de Protección Social, el aborto ilegal es la tercera causa de mortalidad materna del país. Esto significa que muchas mujeres mueren en Colombia a consecuencia de abortos practicados de modo ilegal y, por tanto, muchas veces insegura. Hace poco se me encogió el corazón cuando vi por Internet el video de City tv en el que una mujer muere desangrada a causa de un aborto ilegal, en una calle del barrio 20 de Julio. En él se ve cuando la Fiscalía llega a hacer el levantamiento del cadáver y presenta los testimonios de algunos testigos, quienes afirman que la mujer salió de una casa donde practican abortos clandestinos, tuvo una hemorragia que no la dejó seguir caminando ni mantenerse en pie, y murió en la acera del barrio sin que nadie la ayudara. Nunca supimos su nombre, y nadie reclamó el cuerpo en Medicina Legal. Este tipo de muertes, que parecen no dolerle a nadie, constituyen el 17% de las muertes maternas en nuestro país. Para hacer peor aún la situación, muchas otras mujeres —no sabemos cuántas— se mueren no por abortos practicados en forma insegura, sino por la imposibilidad de practicarse un aborto oportuno para comenzar un tratamiento médico. El caso de Martha Zulay González en Pereira, quien murió de cáncer por no haber podido iniciar la quimioterapia a tiempo, ya que tenía un mes de embarazo y no la dejaron abortar, no se registrará como una muerte por aborto ilegal. Ella murió de cáncer y las estadísticas mostraron que los médicos habrían podido salvarla si el aborto fuera legal cuando se encuentra en peligro la vida de la mujer embarazada. Esperemos que su historia sea la última en la que una mujer es condenada a morir injustamente por la imposibilidad de abortar de manera legal.

Es un asunto de equidad de género

El embarazo es un fenómeno biológico que únicamente las mujeres podemos experimentar y, por ende, sólo nosotras tendremos que enfrentar, alguna vez, el dilema de interrumpir o no un embarazo. Según el Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la penalización de una práctica médica que sólo necesitan las mujeres es una violación al derecho a la igualdad y a la no discriminación por sexo. En otras palabras, los hombres nunca se preocuparán porque un procedimiento médico que necesitan —en algunos casos incluso para salvar su vida— sea prohibido por la ley penal. Sabemos bien que hombres y mujeres no pueden ser exactamente iguales, así que debemos buscar una manera de tener igualdad de derechos, que tome en cuenta las diferencias entre unas y otros. Por ejemplo, ¿se ha preguntado usted alguna vez qué pasaría si es víctima de una violación y producto de ésta resulta en embarazo? Si usted es mujer, seguro que se lo ha preguntado de manera nerviosa; si usted es hombre, se habrá dado cuenta de que esa preocupación nunca le ha pasado por la cabeza

Es una cuestión de justicia social

Abortar de manera segura y confidencial en un país donde el aborto es un delito sin excepción es un lujo que el dinero puede pagar, o bien comprando un pasaje a Miami o a cualquier lugar donde la práctica no esté penalizada, o pagándole a un médico privado dispuesto a hacerlo. Es una realidad que quienes pagan el costo de la ilegalidad del aborto son las mujeres de escasos recursos, las más vulnerables, las que viven en zonas rurales, las que tienen menos acceso a la información, las más jóvenes. Estoy segura, y así lo he dicho ante varios auditorios, de que si las esposas de presidentes, ministros y congresistas tuvieran que sufrir el trauma de un aborto clandestino y peligroso, la legislación penal colombiana sobre el aborto habría cambiado hace tiempo. Peor aún, es también a las mujeres que viven en la pobreza a quienes les diagnostican más frecuentemente enfermedades que junto con el embarazo ponen en peligro sus vidas o gravísimas malformaciones fetales, resultado de una mala nutrición o de vivir en ambientes malsanos. Las adolescentes embarazadas son las que presentan más complicaciones mortales al momento del parto, por no tener un cuerpo lo suficientemente desarrollado para la maternidad. En cualquier caso, no podemos negar que la penalización del aborto tiene efectos mucho más graves para ciertos grupos de mujeres que para otros. Esta es una de las razones que exigen que los servicios de aborto en los casos despenalizados por la Corte sean prestados por los servicios públicos de salud a todas las mujeres que lo requieran

La decisión de interrumpir un embarazo está íntimamente relacionada con el ejercicio de la autonomía y las libertades individuales

La primera y más importante de todas las consecuencias de la autonomía y las libertades individuales consiste en que los asuntos que atañen sólo a la persona debe decidirlos únicamente ella, pues de lo contrario se le arrebataría su condición ética, se la reduciría a su condición de objeto, se la cosificaría, se la convertiría en medio para los fines que por fuera de ella otros eligen (el Estado, la Iglesia, grupos de la sociedad civil organizada, la familia, etc.). Cuando el Estado reconoció la autonomía de la persona en la Constitución de 1991, resolvió dejarla que decidiera sobre su propia vida, sobre lo bueno y lo malo, sobre el sentido de su existencia. Es tan extremo este respeto, que el Estado no tiene la facultad de proteger al ciudadano contra sí mismo. La decisión de una mujer de interrumpir un embarazo no deseado, decisión que tiene que ver con su integridad, es un asunto que sólo le concierne a quien decide sobre su propio cuerpo. Razón tienen los grupos de mujeres cuando gritan durante sus protestas «Ni de la Iglesia ni del Estado, mi cuerpo es mío y yo decido».

La penalización del aborto no salva fetos, pero sí mata mujeres

Catalogar el aborto como un delito no ha demostrado persuadir a las mujeres que quieren interrumpir un embarazo de no hacerlo. Cuando una mujer se encuentra en una situación tan desesperada que prefiere convertirse en delincuente antes que en madre, la pena anunciada por el Código Penal no la convence de no abortar, sólo la obliga a acudir a procedimientos inseguros que ponen en peligro su vida. Las mujeres pueden llegar a usar ganchos de ropa, vidrios, líquido de frenos para carros, veneno para ratas y muchas otras horrorosas opciones en medio de su desesperación, sin importar qué tan peligroso pueda ser para ellas. Por tal razón, el Ministerio de Protección Social hizo esta afirmación en uno de los conceptos que envió a la Corte Constitucional: la penalización del aborto no salva fetos, pero sí mata mujeres. A quienes les interese más salvar fetos que mujeres, que busquen una alternativa más efectiva para lograr su propósito, pues la penalización del aborto claramente no funciona.

Incluso en un escenario de total cubrimiento en educación sexual y acceso a anticonceptivos, el aborto sigue siendo necesario para casos extremos

Muchas personas me critican diciendo que todo el tiempo y energía que gasto tratando de despenalizar el aborto debería usarlo en la prevención de embarazos no deseados. Otros argumentan que antes de despenalizar el aborto habría que pensar en castigar a los violadores. A todos les respondo que en materia de derechos sexuales y reproductivos no es lo uno o lo otro, sino lo uno y lo otro. ¿Quién dijo que teníamos que escoger entre castigar a un violador y ofrecerle a la víctima la posibilidad de interrumpir ese embarazo? Insisto: debemos apuntar a una sociedad con total cubrimiento de educación sexual de calidad, total acceso a anticonceptivos 100% eficaces y niveles nulos de violencia sexual. Esta sociedad es una utopía que ni siquiera los países más desarrollados y con una mayor equidad de género han alcanzado; sin embargo, es el ideal y en eso estamos todos de acuerdo —espero—. Pero incluso en esa sociedad ideal, sigue siendo necesario el aborto legal para casos que no pueden prevenirse con educación o anticonceptivos como los que le pedimos a la Corte que liberalice: peligro para la vida o salud de la mujer, graves malformaciones fetales que hagan imposible la vida por fuera del útero materno y embarazo por causa de violación. Lo he repetido mil veces pero lo hago una vez más: la despenalización parcial del aborto no busca alcahuetear ni mucho menos promover la irresponsabilidad sexual, sólo ofrecerles opciones a mujeres en circunstancias extremas.

Ningún derecho es absoluto, ni siquiera los derechos de los no nacidos. Si es que los tienen…

La discusión sobre la titularidad de derechos de los no nacidos no se ha zanjado. No es claro si el derecho a la vida empieza a predicarse a partir del nacimiento (según el Código Civil, las personas comienzan a existir jurídicamente al separarse del cuerpo de la madre), o desde un momento anterior como la fecundación, la concepción, o el momento en que se desarrolla el sistema nervioso en el feto. No se trata de esperar a que la gran discusión de científicos, filósofos y teólogos sobre cuándo comienza la vida humana tenga una respuesta satisfactoria para todos. Simplemente, no creo que sea posible llegar a un consenso al respecto y por eso no podemos esperar hasta que se pongan de acuerdo para solucionar este problema. Lo importante, entonces, es entender que incluso si admitiéramos que el no nacido tiene derechos, éstos no podrían considerarse absolutos, pues ninguno de los derechos fundamentales lo es. Todo derecho tiene como limitación los derechos de los demás y deben, por tanto, ponderarse en cada caso los intereses jurídicos en conflicto. Por consiguiente, según la Corte, la despenalización del aborto en casos extremos responde a la necesidad de armonizar los supuestos derechos del no nacido con los derechos de la mujer embarazada, reconociendo así intereses jurídicos legítimos de las dos partes; la respuesta no es absoluta ni en uno ni en otro sentido (ni total despenalización ni total penalización).

El abuso de un derecho no es razón suficiente para negar su reconocimiento

Uno de los argumentos que más me ofenden de quienes se oponen a la despenalización parcial es el que desconoce el principio de la buena fe y presume que todas las mujeres pretenderán haber sido violadas para poder abortar. En primer lugar, me parece que el punto de partida es reconocer que las mujeres ni desean ni disfrutan abortar; cuando lo hacen, se encuentran en circunstancias desesperadas y no ven otra salida a su situación que interrumpir su embarazo, incluso si eso las convierte en delincuentes. Por otra parte, es cierto que reconocer el derecho de las mujeres a abortar en ciertas circunstancias implica el posible abuso de ese derecho, pero eso mismo sucede con todos los derechos y no por ello deben restringirse. Por ejemplo, hemos sido testigos de cómo el sistema de derechos y libertades de las sociedades occidentales ha dado lugar a la comisión de actos terroristas que, si bien deben castigarse, no son nunca razón suficiente para eliminar esos derechos y libertades. El día en que una mujer denuncie falsamente una violación para poder acceder a un aborto legal y seguro podrían ponerse en marcha los mecanismos existentes para este tipo de abusos, como el delito de falsa denuncia, pero no podemos decir que esa es razón para negarle la posibilidad de abortar legalmente a la mujer que, en efecto, fue víctima de una violación. Lo importante aquí es reconocer las implicaciones de los derechos: la libertad de expresión nos permite a todos decir lo que pensamos, y aunque algunos dicen muchas estupideces, no por ello tenemos derecho a callarlos. El delito de falsa denuncia es una de las medidas que ya existen y que pueden usarse para castigar los casos de abuso identificado

TALLER

1. ¿Por qué crees tú que penalizar el aborto en Colombia por tantos años se volvió un problema de salud pública?

2. ¿En qué consiste la despenalización del aborto parcial?

3. ¿Por qué son las adolescentes embarazadas las que tienen más complicaciones mortales a la hora del parto?

4. ¿Consulta si el embrión, el feto es una persona? Justifica tu respuesta.

5. ¿Cuál es la institución que impone deberes, prohíbe cosas que nos gustan y además amenaza al que no se porta bien? Explica

6. ¿Si eres católico o evangélico conocerás que hubo alguien que se enfrentó a una religión, a unos sacerdotes, a una institución sagrada que, en lugar de aliviar el sufrimiento humano, lo que hacía era provocarlo y agravarlo. Quién fue ese hombre?

7. ¿Quienes son los que deben disminuir y aliviar el sufrimiento de tantas víctimas del egoísmo, de la injusticia, de la opresión, de la insolidaridad y de la deshumanización, cosas que por todas partes brotan en este mundo



Las dificultades no provienen de Dios, tu vida está en tus manos tu decides!

Esmeralda

jueves, 15 de septiembre de 2011

RECUPERACIÓN DECIMO PLATÓN

Debes responder al correo interno esmeraldita43@gmail.com


PLATÓN

1. Cual Es la teoría ética de Platón?

2. Sólo quien conoce la Idea de Bien puede actuar correctamente, tanto en lo público como en lo privado, nos dice Platón en la República. Qué significa esto para ti?

sábado, 10 de septiembre de 2011

RECUPERACIONES LOS SOFISTAS Y SOCRATES GRADO DECIMO

Debes contestar todas las preguntas al correo esmeraldita43@gmail.com , con tu nombre, apellido y grado al que perteneces

VIVIR DE PRISA NO ES VIVIR, ES SOBREVIVIR

LOS SOFISTAS Y SÓCRATES.

El objetivo es que conozcan el contexto histórico en el cual surgen las primeras teorías éticas, y acercarse al pensamiento de Sócrates.


Metodología: Competencia lectora. Después de leer el texto detenidamente contestar las preguntas al final

Tal y como habían acordado, Carlos y Pedro se reunieron después de comer en la puerta de la biblioteca municipal. Los dos llegaron en sus bicicletas de montaña con una mochila a la espalda en la que portaban todos los útiles necesarios para después ir a pescar, incluidas las cañas, debidamente desmontadas y guardadas en sendos tubos de plástico.


-¿Seguro que abrían a las cuatro y media? -cuestionó Pedro mientras unía las dos bicicletas a la verja con una cadena.

-Que sí, que ya está abierta.

-Pues venga, a ver si acabamos pronto, que va a quedar una tarde estupenda para probar los cebos nuevos.

-Por cierto, ¿has pillado algo en casa? -preguntó Carlos al entrar en el edificio.

-¡Qué va, no me ha dado tiempo a mirar!

-Yo he buscado en Internet, pero no entendía nada.

-No importa, digo yo que aquí tendrán algún material que nos valga...

En la sala de lectura, la bibliotecaria estaba subida a una escalera de aluminio colocando algunos libros. No había nadie más. Los dos muchachos se acercaron a ella y le preguntaron por lo que buscaban. La mujer bajó los las escaleras hasta llegar al suelo.

-¿Sócrates y los sofistas? -miró a ninguna parte-. Veamos si hay algo en la sección de filosofía.

Los tres se dirigieron a una estantería al fondo de la sala. En ella se hallaban las obras más significativas de la historia del pensamiento, junto con unas cuantas monografías sobre diferentes filósofos y cuestiones filosóficas.

La mujer efectuó un breve repaso con el dedo índice y seleccionó cuatro volúmenes.

-Yo creo que con esto vais a tener suficiente: un diccionario filosófico, el tomo dedicado a la Antigüedad de esta buena enciclopedia, un pequeño estudio sobre Sócrates, y otro sobre Sócrates y los sofistas.

-Bueno, pues vamos a sentarnos a echar una ojeada -dijo Carlos-. Ah, y muchas gracias.

-Si necesitáis algo más no dudéis en pedírmelo. Da gusto ver a unos jovencitos tan bellos como vosotros interesándose por estos temas.

Los dos chicos se sentaron en una mesa alargada para diez o doce personas.

Pedro salió un momento a la taquilla para buscar un par de bolígrafos.

Cuando regresó, Carlos le propuso leer dos páginas de la enciclopedia en las que se exponía una caracterización general de los sofistas, en tanto que él tomaba algunas notas del librito dedicado a Sócrates.

-Trae acá -accedió Pedro.

-Venga, vamos al lío, que no hay que hacer esperar a las truchas.

En cuanto oyó la palabra “truchas”, Pedro atrajo hacia sí el tomo y empezó a leer con avidez:

Los sofistas.

Nos encontramos en Grecia, en la segunda mitad del siglo V a. C. El enemigo persa, tras una larga serie de batallas, al fin ha sido derrotado.

Este hecho, unido a un creciente desarrollo de la agricultura y del comercio, traerá consigo la llega de unas décadas de prosperidad y esplendor.

En las polis o ciudades-estado se han establecido regímenes de gobierno que intentan imitar el modelo de democracia instaurado por Solón en el 594 a. C. Pero es en Atenas, centro cultural por excelencia, bajo la tutela de Pericles, donde la democracia adquiere su máxima expresión.

En este enclave a orillas del mar Egeo, en efecto, todos los hombres libres mayores de veinte años pueden intervenir en las Asambleas en las que se toman las decisiones relativas al gobierno. También pueden ser elegidos representantes en una especie de parlamento, en el Consejo de los Quinientos; incluso pueden formar parte de los tribunales de justicia...

Por ello en Atenas, más que en cualquier otro sitio, puede resultar muy conveniente ser un buen orador, ser alguien con cierta cultura, alguien capaz de convencer a los demás haciendo uso de la palabra. Pues bien, justamente para cubrir este tipo de necesidades es para lo que van recalando en Atenas los sofistas.

Los sofistas son profesores itinerantes. Viajan de un lugar a otro reuniendo conocimientos sobre las diferentes culturas que encuentran a su paso. Se consideran “sabios”, al menos si por “sabio” se entiende lo que la palabra significó al principio: aquél que enseña a las personas a desempeñar con habilidad una función determinada que contribuye al desarrollo de la vida en comunidad. Su programa educativo comprende materias de lo más variadas. Hipias, por ejemplo, gran erudito donde los haya, impartirá lecciones de geometría, astronomía, música, mnemotecnia, gramática, interpretación e historia.

Pero donde realmente destacan todos los sofistas es en el ejercicio y en la enseñanza de la retórica.

La retórica es la disciplina que debe dominar todo aquel que quiera llegar a ser un buen político. Es el arte de persuadir por medio del lenguaje al que escucha. La retórica no se preocupa de si los argumentos expuestos en un discurso son verdaderos o falsos. Lo único que le interesa es que el discurso resulte elocuente y convenza.

La mayoría de los sofistas ofrecían sus servicios a cambio de importantes cantidades de dinero. Sus clientes solían ser ciudadanos jóvenes pertenecientes a familias acomodadas que pretendían ganar todos los pleitos en los tribunales con vistas a enriquecerse y a adquirir cada vez más poder. Por eso, y porque los sofistas se alejaban de la búsqueda de la verdad que caracterizaba a los filósofos, pronto adquirieron una mala reputación.

Platón fue uno de los autores que más contribuyó a ello. En muchas de sus obras nos los presenta como enemigos de su maestro, Sócrates, quienes no hacen otra cosa que intentar engañar o embaucar a la gente con falsos razonamientos. No obstante, lo cierto es que los primeros sofistas como Protágoras, Gorgias, Hipias o Pródico fueron siempre respetados y admirados. En cambio, la generación posterior, en la que se incluirían, entre otros, Antifonte, Dionisodoro, Pólux, Calicles o Trasímaco, corrió peor suerte. En cualquier caso, se ha de admitir que aunque ha habido momentos en los que estos personajes han sido muy mal considerados, hoy se tiende a aceptar que fueron maestros de cultura e introductores del modo de pensar relativista, asunto éste del que nos ocuparemos a la hora de abordar su teoría ética.

Recién terminada la lectura de estas líneas, Pedro sacó a Carlos de su estado de concentración:

-Aquí viene bien explicado quiénes eran los sofistas.

-¿Sí?

-Eran unos tíos muy listos -comenzó a memorizar Pedro-. Vivían en la

Antigua Grecia. Sabían utilizar la retórica y por eso eran capaces de convencer a cualquiera sobre lo que ellos quisieran. Luego, abrió los ojos, arqueó las cejas y añadió: -Como los políticos que salen en la tele, que se ponen a hablar y todo uno termina creyendo lo que cuentan y votando por ellos. -Vamos, que sabían vender la moto.-Exacto, y si les pagabas, te daban unas clases ¡y a triunfar en las Asambleas! -Muy bien Pedrito, ahora dime cuál era su teoría ética.

-Ahí no he llegado todavía, pero está aquí, a continuación. Pedro señaló con el dedo un epígrafe a la mitad de la página.-Eso es lo más importante -advirtió Carlos. -Ya, pero Andrés dijo que también había que incluir una pequeña introducción sobre el autor o los autores. -Es verdad. Pues lee lo que pone ahora y después haces un resumen de las dos partes. Y no lo calques al pie de la letra, que lo que él quiere es que expresemos lo que hemos entendido con nuestras propias palabras. -“No problem” –consintió Pedro; luego, se interesó por el trabajo de su compañero:-¿Qué tal vas tú? -Bien, estoy apuntando algunos datos. Cuando acabe te los leo. ¡Tira millas! -le animó su amigo, y acto seguido reanudó la lectura en el punto en que la había dejado interrumpida:

La teoría ética de los sofistas: relatividad del bien.

Aunque un buen número de estudiosos suele conceder a Sócrates el mérito de haber promovido el surgimiento de la ética, lo cierto es que semejante distinción también podemos atribuírsela, sin temor a equivocarnos, a los sofistas.

Los sofistas son los primeros autores que se dedican a reflexionar sobre cuestiones de carácter moral.

Algunas de estas cuestiones debieron de ser expresadas mediante preguntas similares a estas: ¿por qué algunas acciones se consideran buenas en unos lugares y malas en otros? ¿Por qué en Esparta se considera bueno deshacerse de las criaturas que presentan malformaciones al nacer, y por qué en Atenas no? ¿Por qué los egipcios consideran que está bien que algunas personas sean enterradas vivas junto al faraón que ha fallecido, y los griegos lo tienen por un acto de suma crueldad?

Pero la cuestión moral que más atraerá la atención de nuestros “sabios” será la que hace referencia a si las normas morales son normas universales establecidas por la naturaleza o son más bien normas creadas por los hombres que pueden variar de una comunidad a otra. En cualquier caso, lo más importante es que, al hacerse preguntas de este tipo, lo que los sofistas pretenden es averiguar, ni más ni menos, qué está bien y qué está mal.

Pretenden, en suma, elaborar una teoría ética que nos aclare lo que tenemos que hacer para lograr una buena vida. Pues bien, después de haber viajado y haber estado en contacto con muchos pueblos con tradiciones culturales diferentes; después de haber pensado y discutido con amplitud en torno a este asunto, las conclusiones a las que van a llegar son las siguientes.

Primera. Sólo hay dos cosas que se pueden considerar absolutamente buenas y que, como tales, nos ayudan a conseguir la felicidad: cumplir con las leyes de la naturaleza y cumplir con las leyes de los hombres. Las leyes de la naturaleza a las que se alude son concretamente dos.

Una es la que defiende que debemos procurarnos todo aquello que nos produce placer en la medida que nos sea posible. La otra prescribe o determina que lo justo es que el fuerte domine al débil. Así pues, lo que se afirma es que cualquier persona, naturalmente, encontrará la felicidad si le gusta comer y come, si le gusta beber y bebe, si le gusta fumar y fuma, si le gusta dormir y duerme... Igualmente, será feliz si ejerce el mando sobre los que son inferiores a él, y se somete a las órdenes de quienes le son superiores.

En lo que se refiere a las leyes establecidas por los hombres, los sofistas mantienen que acatarlas siempre será bueno, porque al hacerlo respetamos los acuerdos –eso son las leyes- a los que hemos llegado las personas a través del diálogo para mejorar la vida en comunidad.

¿Y qué ocurre cuando entran en conflicto la ley natural y la ley de los hombres? ¿Qué sucede cuando, por ejemplo, la ley natural me impulsa a tomar un baño en una piscina privada, y las leyes de mi comunidad indican que no debemos usar las propiedades de los demás sin su consentimiento?

La antítesis entre naturaleza –physis- o ley natural, y ley convencional o de los hombres –nomos-, es el problema que mayor interés suscita entre los sofistas más jóvenes. Su solución consiste, desde el punto de vista de todos ellos, en atender a lo natural como lo universalmente útil, y atender a las leyes de la sociedad sólo cuando las circunstancias lo recomienden. En este sentido, postularán que cuando estemos en público, lo mejor que podemos hacer es cumplir con las leyes humanas; cuando estemos solos, sin que nadie nos vigile, lo mejor es seguir los mandatos de la naturaleza. Leamos lo que Antifonte nos dice a este respecto en su Alétheia:

“La justicia  consiste en no transgredir los preceptos legales de la ciudad de la que uno es ciudadano. Así pues, un hombre practicará la justicia con notable provecho propio si obedece a las leyes cuando tiene testigos, mientras que si se halla solo y sin testigos ha de cumplir las leyes de la naturaleza. En efecto, los preceptos legales son impuestos; los de la naturaleza obligatorios. Los legales son producto de un pacto social, no innatos; los de la naturaleza son innatos, no productos de un pacto. De modo que quien conculca las disposiciones legales, mientras pase inadvertido a quienes establecieron el pacto, se ve libre de vergüenza y de castigo; si no pasa inadvertido, no”.

Segunda. Aparte del cumplimiento de la ley natural y de la ley de

los hombres, no hay más cosas buenas o malas en sí por siempre y para

siempre. Nadie puede asegurar qué otras cosas son invariablemente buenas

o malas para la gente de cualquier época. El bien, lo justo, lo correcto

no son algo inmutable o invariable, sino que cambia según las circunstancias.

Es lo que nos advierte Protágoras en el diálogo platónico que lleva su

nombre: “El bien aparece como algo relativo. Para los peces es vital el agua salada,

para los hombres el aire; el sano y el enfermo tienen percepciones distintas de

lo agradable y lo bueno”. (334 a-c) Lo que a uno le parece que está bien, a

otro puede parecerle que está mal. El mismo autor nos dice en su obra

Antilogías lo siguiente:

“Los macedonios consideran bello –traducible por “bueno”, “justo”,

“correcto”- que las muchachas sean amadas y se acuesten con un hombre antes de casarse, y feo después de que se hayan casado; para los griegos es tan feo lo uno como lo otro... Los masagetas hacen pedazos los (cadáveres de los) progenitores y se los comen considerando como una tumba bellísima quedar sepultados en sus propios hijos; pero si alguno hiciera esto en Grecia sería rechazado y condenado a morir cubierto de oprobio por haber cometido un acto feo y terrible. Los persas consideran bello –léase “moralmente aceptable”- que los hombres se adornen igual que las mujeres y que se unan con la hija, la madre o la hermana; en cambio, los griegos consideran feas e inmorales tales acciones”

Tercera. Lo que está bien y lo que está mal, lo que es justo y lo que es injusto, no puede establecerse siguiendo un patrón universal. Son los seres humanos quienes deben ponerse de acuerdo para determinar su consistencia. En un escrito titulado Acerca de la verdad, Protágoras proclama que “El hombre es la medida de todas las cosas”. También de las cosas morales, es de suponer. Lo bueno y lo malo tienen así carácter convencional. Son fruto de las convenciones o las decisiones a las que llegan conjuntamente los miembros de una comunidad.

De esta forma, si nos sentamos a discutir, por ejemplo, si es moralmente admisible o no que los menores de edad dispongan de elevadas cantidades de dinero para sus compras, y acordamos que no lo es, entonces quedará establecido que lo bueno es que no puedan gastar mucho dinero, y lo malo es que sí puedan hacerlo. Ahora bien, si al cabo de un tiempo acordamos lo contrario, entonces tendremos que lo bueno es que disfruten de un gran poder adquisitivo, y lo malo que no disfruten de él. Sea como fuere, nunca habrá valoraciones inmodificables. Lo que hoy nos parece que está bien quizás mañana nos parezca que está mal. La historia, bien es cierto, está plagada de ejemplos que avalan tal parecer.

Por lo demás, al hilo de esta tercera apreciación, nos encontramos con que al entender de los sofistas los acuerdos a los que llegamos los mortales son bastante razonables. Esto se debe a que todos somos iguales por naturaleza: todos estamos destinados a coincidir en lo que entendemos que es moralmente defendible o rechazable, y todos estamos destinados a la amistad y a la concordia.

Antifonte lo expresa en su obra ya citada con estas palabras:

“[A los de familia noble] los respetamos y veneramos, pero a quienes no son de familia noble, no los reverenciamos ni los respetamos. En eso nos comportamos mutuamente como bárbaros, puesto que por naturaleza todos, tanto bárbaros como griegos, estamos hechos iguales en todo”.

Pedro había llegado al final del apartado. -¿Ya has terminado? -preguntó Carlos al ver que no seguía leyendo. Pedro contestó a su amigo asintiendo suavemente con la cabeza. Estaba pensativo. Luego le lanzó una pregunta:

-¿Tú crees que hay cosas buenas y malas? -Claro que las hay. -A ver, pon un ejemplo. La respuesta no tardó en llegar: -Pues... Amarse con una mujer que este buena es bueno y estudiar matemáticas es malo. -No, en serio. -Yo qué sé...Robar es malo y ayudar a un pobre es bueno. Pedro se mostró complacido con la contestación y prosiguió: Sabes lo que opinan los sofistas? Que fijo, fijo, no hay nada bueno ni malo. Imagínate que alguien se roba un pan porque no tiene nada para dar de comer a sus hijos... O que les echas unas monedas a unos limosneros y las usa para comprar droga... -Hombre, si lo miras así... Ahora el meditabundo era Carlos. -¿Y pegar a un padre? -saltó de repente.

Un joven que se había sentado un par de mesas más allá les pidió con un gesto que guardaran silencio. Pedro bajó la voz: -¿Y si se hace en defensa propia, o para evitar que le pegue a tu madre o tire por la ventana a tu hermano?

Los dos chicos quedaron mirándose con gesto dudoso. -O sea, que el bien y el mal son relativos -terminó por decir Carlos. -Sí, dependen de lo que acordemos los hombres. Carlos le comentó a Pedro que, por lo que estaba leyendo, Sócrates tenía una teoría totalmente distinta. -Estoy con la afirmación que hace a los sofistas. Déjame ver lo que pone en estas dos páginas y luego te lo cuento. Pedro dio su conformidad. ¿Y qué hago mientras tanto? -Toma, echa un vistazo a la biografía que he preparado. Pedro cogió los dos folios escritos por ambos lados e inició su lectura:

Sócrates.

Sócrates debió de nacer en Atenas el 470 a. C. Era hijo de una comadrona. Desde muy joven se dedicó a la investigación filosófica, que él entendía como un examen incesante de sí mismo y de los demás. No escribió nada: pensaba que la auténtica filosofía, la auténtica búsqueda de la verdad, se produce a través del diálogo entre las personas, y no leyendo lo que otros han redactado, pues ya no se les puede preguntar ni pueden defenderse de las objeciones. Solo abandonó su ciudad en tres ocasiones, y lo hizo porque debía ayudar en las guerras del Peloponeso. Fue maestro de Platón y tuvo hijos con una mujer llamada Jantipa, pero en su vida apenas hubo tiempo para dedicarse a la familia. Cuentan de Sócrates que era robusto, con cabeza grande, nariz chata, y probablemente bizco. Siempre vestía con la misma ropa y en invierno iba descalzo. Era capaz de tener largas abstracciones cuando se concentraba para meditar sobre cuestiones que le salían al paso. Había en él algo misterioso, algo que inquietaba a la gente. No era algo malo, sino una especie de encanto, de belleza que provenía de su interior. Le gustaba frecuentar los lugares públicos en busca de contertulios, mejor si eran jóvenes, para charlar y suscitar algún interesante debate. Por eso mismo, porque era un gran comunicador, solían invitarlo a las celebraciones y a los banquetes. En ellos, bebía vino como el que más, pero nunca se emborrachaba. Cuando terminaban a altas horas de la noche, antes que irse a dormir, él prefería continuar conversando con cualquiera. Tenía en muy mala estima a los sofistas, sobre todo porque, a su juicio, no les interesaba el verdadero conocimiento, sino sólo deslumbrar con sus discursos retóricos. Se consideraba distinto a ellos dado que no cobraba por sus enseñanzas ni pretendía imponer sus ideas a nadie. Él proclamaba que no tenía nada que enseñar. A lo único que aspiraba era a ayudar a la gente a sacar a la luz la verdad que, en su opinión, se halla “grabada” en el interior de cada uno. En este sentido se consideraba, al igual que su madre, una “comadrona”. Para llevar adelante con éxito sus “partos” empleaba dos estrategias. Por un lado, lo que se ha dado en llamar la ironía; por otro, la mayéutica. El cometido de la ironía consistía en hacer ver al interlocutor, por medio de una serie de preguntas, el grado de su ignorancia. Sócrates pensaba que éste era el mejor punto de partida para empezar a conocer. Su primo Querefonte había preguntado en cierta ocasión al oráculo de Delfos quién era el más sabio y le había respondido que Sócrates, seguramente por decir “sólo sé que no sé nada”. Después, la mayéutica se basaba en formular una serie de preguntas que servían para que el interlocutor respondiera lo que sabía y se diera cuenta de que, en el fondo, conocía la verdad sobre el asunto tratado.

Sócrates fue denunciado ante las autoridades por cometer abuso, por no creer en las divinidades establecidas y por hablar a sus conciudadanos de un dios que nadie conocía excepto él. Se defendió alegando que su interés por los jóvenes se centraba en educarlos, y que por ello toda la ciudad debía estarle profundamente agradecida. Respecto a los dioses, mantuvo que era absurdo creer en unos seres como los caracterizados por Homero y los demás poetas; seres ridículos entregados a una vida ociosa y que causaban gran temor a los hombres. Por último, reconoció que ese dios del que hablaba él era una voz interior como la que todos podemos oír si prestamos la debida atención. Fue condenado a morir. No obstante, pudo retractarse y evitar así el castigo. Sin embargo, optó por acatar la sentencia. Algunos amigos le organizaron una fuga cuando estaba en la cárcel a la espera de ser ejecutado. Pero él, que siempre había defendido que las leyes de la ciudad debían respetarse en cualquier circunstancia, a sus setenta años, creyó que sería indigno contradecirse. Llegado el momento, plácidamente, se despidió de quienes lo acompañaban, les rogó que nunca dejaran de perseguir la verdad, y tomó la cicuta, veneno. Carlos estaba copiando un último renglón cuando Pedro le preguntó si ya terminaba. -Sí, un segundo... Ya está.

Cerró el libro que había consultado y enunció lo siguiente con solemnidad:

-“Una vida sin examen no es digna de ser vivida para el ser humano”.

-¿Y eso qué quiere decir? -Es una frase de Sócrates. Eres tú quien tiene que darle un significado... Pedro estuvo pensativo unos instantes, hasta que dijo haberla entendido. -Era un tío enrollado este Sócrates -sentenció a continuación.

-Sí, un tío majo. -¿Ya tienes su contestación a lo que decían los sofistas?

Carlos afirmó con la cabeza. -A ver, cuéntamela.

El chico tomó el lapicero como si fuera una batuta y comenzó a leer:

-Teoría ética de Sócrates: la universalidad del bien.

Sócrates, al contrario que los sofistas, opina que la areté o la virtud, o sea, el bien que nos hará felices, está establecido desde el inicio de los tiempos y se mantiene sin ninguna variación. Por mucho que cambien la realidad, las personas o las costumbres, el bien permanece inalterable. ¿Cómo podemos saber qué es o en qué consiste? Sócrates lo tiene muy claro: fiándonos de los acuerdos a los que llegan las personas, no; los convenios de la gente acerca de lo que está bien y lo que está mal se basan en las opiniones de la mayoría, y éstas, gran parte de las veces, distan mucho de ser acertadas. Sócrates piensa que las personas nos dejamos llevar por nuestras pasiones, y así, es fácil que nos equivoquemos a la hora de determinar qué está bien y qué está mal. Si a alguien, por ejemplo, se le pide que tome una decisión sobre lo que hay que hacer con un delincuente que acaba de atracarle, puede que diga que lo justo es... ¡quién sabe qué barbaridad puede llegar a proponer en esos momentos! Pero si esa persona nunca se ha visto envuelta en semejante incidente, lo más probable es que tenga un parecer muy distinto sobre lo que es justo o injusto hacer con el atracador. Además, ¿no es cierto que cuando estamos en grupo lo que expresan los demás puede hacernos cambiar de idea, aunque estemos seguros de que la que ya teníamos era la adecuada, sobre todo si saben usar bien la retórica?

Lo que debemos hacer para descubrir qué está bien es preguntar a nuestros adentros, a nuestras entrañas. Ahí tenemos un dios, un alma, un geniecillo, un daimon o demonio amigo cuya voz nos transmite qué es lo bueno y qué es lo malo. El lema de Sócrates era precisamente este: “Conócete a ti mismo”. Conociéndonos descubriremos la verdad que tanto buscamos. De este modo, la conclusión que va a ofrecernos Sócrates es que en el conocimiento, en el acto de conocer, es donde reside, a fin de cuentas, la felicidad.

Al llegar aquí, Pedro interrumpió repentinamente a Carlos: -Tiene razón Sócrates: yo he oído esa voz muchas veces. La última creo que fue el sábado. Su amigo le miró como quien mira a un ser de otro planeta. -¿Te acuerdas de cuando estábamos en la disco y vino Íñigo a pasarnos la droga?

Carlos aún no sabía si Pedro estaba bromeando. -¿Te acuerdas de que le dije que no? Pues en el fondo me apetecía.

Ahora parecía que el chico hablaba en serio. -Fue esa voz la que me aconsejó que no lo hiciera. -¿Estás seguro? -Descarao. Que sí, hombre, no te rías, que hay veces que la escucho dentro del cerebro y me dice qué decisión debo tomar si quiero que me vaya bien. La bibliotecaria estaba haciendo señas a los dos chicos para que guardaran silencio. La sala comenzaba a llenarse de gente. -Ven, acompáñame fuera -pidió Carlos después de dar por zanjada la conversación con una sonrisa burlona. Una vez en el rellano, los dos se sentaron en unos grandes sillones de piel de imitación en torno a una mesita baja cuadrada. Allí, Carlos terminó de exponer a su amigo el modo de actuar de Sócrates: -Sócrates pregunta a sus discípulos, por ejemplo, si la mesura es una virtud que nos lleva a ser felices y en qué consiste. Al principio, lo normal es que le respondan que lo ignoran; pero luego, por medio de la mayéutica, ese arte de formular las preguntas adecuadas que él sabe desarrollar como nadie, comienzan a investigar. Cada uno busca la respuesta no en los demás, sino en lo que le dicta su conciencia. Al final, si se han autoexaminado como es debido, todos tendrán una respuesta que ofrecer al maestro. Es entonces cuando éste emplea la inducción, que consiste en analizar unas cuantas respuestas para, a partir de ellas, extraer una conclusión general. Pongamos por caso que uno dice que la templanza nos lleva a alcanzar la dicha y consiste en el mantenimiento de la quietud; otro opina que consiste en el ejercicio de la calma y que aporta bienestar; otro está de acuerdo con esto último y considera que es lo contrario a la pasión o al apasionamiento. Pues bien, al final se comparan las respuestas y se extrae una conclusión bastante común: la mesura es una virtud que se posee cuando no se es impulsivo y nos puede ayudar a ser felices. Usando este método, ¿ha conseguido Sócrates una definición universal y no relativa? Aristóteles pensaba que sí. Es lo que se pone de manifiesto en el libro trece de su Metafísica, donde podemos leer que “Sócrates se ocupaba de las virtudes morales y fue el primero en buscar definiciones generales de las mismas”. Gracias a lo que se dice en este texto del gran discípulo de Platón, algunos estudiosos creen que es Sócrates es quien mejor merece el título de Primer ético de la historia. -¿Y qué más te cuento? Espera a ver... Sí, dos cosas más: Primera: que Sócrates pensaba, al igual que los sofistas, que es bueno respetar las leyes. -¡Y tanto! -saltó Pedro-, que prefirió aplaudirla antes que ir en contra de ellas.

Segunda: cuando una persona conoce el bien es imposible que cometa el mal. Sócrates decía que quien comete el mal es un ignorante del bien. Es tan maravilloso y cautivador el bien, que desde el momento en que lo descubres ya no puedes separarte de él. -Buen trabajo, Carlitos. -¿Se entiende bien, no? Pues venga, vamos a pasarlo a limpio y nos largamos.



1. ¿Quiénes eran los sofistas?

2. ¿En qué época vivieron?

3. Escribe el nombre de, al menos, dos de ellos.

4. ¿Qué es la retórica?

5. ¿Cuál es la principal teoría ética de los sofistas?

6. Describe los detalles más importantes de la vida de Sócrates. ¿Qué te ha llamado más la atención?

7. ¿Qué estrategias seguía Sócrates para hacer “parir” la verdad de sus discípulos?

8. ¿Qué significa la frase de Sócrates “una vida sin reflexión no merece la pena ser vivida”?

9. Resume en unas pocas líneas cuál es la teoría ética de Sócrates.

EL ABORTO GRADO DECIMO

Las consecuencias de la total penalización del aborto constituyen un grave problema de salud pública

Según el Ministerio de Protección Social, el aborto ilegal es la tercera causa de mortalidad materna del país. Esto significa que muchas mujeres mueren en Colombia a consecuencia de abortos practicados de modo ilegal y, por tanto, muchas veces insegura. Hace poco se me encogió el corazón cuando vi por Internet el video de City tv en el que una mujer muere desangrada a causa de un aborto ilegal, en una calle del barrio 20 de Julio. En él se ve cuando la Fiscalía llega a hacer el levantamiento del cadáver y presenta los testimonios de algunos testigos, quienes afirman que la mujer salió de una casa donde practican abortos clandestinos, tuvo una hemorragia que no la dejó seguir caminando ni mantenerse en pie, y murió en la acera del barrio sin que nadie la ayudara. Nunca supimos su nombre, y nadie reclamó el cuerpo en Medicina Legal. Este tipo de muertes, que parecen no dolerle a nadie, constituyen el 17% de las muertes maternas en nuestro país. Para hacer peor aún la situación, muchas otras mujeres —no sabemos cuántas— se mueren no por abortos practicados en forma insegura, sino por la imposibilidad de practicarse un aborto oportuno para comenzar un tratamiento médico. El caso de Martha Zulay González en Pereira, quien murió de cáncer por no haber podido iniciar la quimioterapia a tiempo, ya que tenía un mes de embarazo y no la dejaron abortar, no se registrará como una muerte por aborto ilegal. Ella murió de cáncer y las estadísticas mostraron que los médicos habrían podido salvarla si el aborto fuera legal cuando se encuentra en peligro la vida de la mujer embarazada. Esperemos que su historia sea la última en la que una mujer es condenada a morir injustamente por la imposibilidad de abortar de manera legal.

Es un asunto de equidad de género

El embarazo es un fenómeno biológico que únicamente las mujeres podemos experimentar y, por ende, sólo nosotras tendremos que enfrentar, alguna vez, el dilema de interrumpir o no un embarazo. Según el Comité de Naciones Unidas para la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, la penalización de una práctica médica que sólo necesitan las mujeres es una violación al derecho a la igualdad y a la no discriminación por sexo. En otras palabras, los hombres nunca se preocuparán porque un procedimiento médico que necesitan —en algunos casos incluso para salvar su vida— sea prohibido por la ley penal. Sabemos bien que hombres y mujeres no pueden ser exactamente iguales, así que debemos buscar una manera de tener igualdad de derechos, que tome en cuenta las diferencias entre unas y otros. Por ejemplo, ¿se ha preguntado usted alguna vez qué pasaría si es víctima de una violación y producto de ésta resulta en embarazo? Si usted es mujer, seguro que se lo ha preguntado de manera nerviosa; si usted es hombre, se habrá dado cuenta de que esa preocupación nunca le ha pasado por la cabeza

Es una cuestión de justicia social

Abortar de manera segura y confidencial en un país donde el aborto es un delito sin excepción es un lujo que el dinero puede pagar, o bien comprando un pasaje a Miami o a cualquier lugar donde la práctica no esté penalizada, o pagándole a un médico privado dispuesto a hacerlo. Es una realidad que quienes pagan el costo de la ilegalidad del aborto son las mujeres de escasos recursos, las más vulnerables, las que viven en zonas rurales, las que tienen menos acceso a la información, las más jóvenes. Estoy segura, y así lo he dicho ante varios auditorios, de que si las esposas de presidentes, ministros y congresistas tuvieran que sufrir el trauma de un aborto clandestino y peligroso, la legislación penal colombiana sobre el aborto habría cambiado hace tiempo. Peor aún, es también a las mujeres que viven en la pobreza a quienes les diagnostican más frecuentemente enfermedades que junto con el embarazo ponen en peligro sus vidas o gravísimas malformaciones fetales, resultado de una mala nutrición o de vivir en ambientes malsanos. Las adolescentes embarazadas son las que presentan más complicaciones mortales al momento del parto, por no tener un cuerpo lo suficientemente desarrollado para la maternidad. En cualquier caso, no podemos negar que la penalización del aborto tiene efectos mucho más graves para ciertos grupos de mujeres que para otros. Esta es una de las razones que exigen que los servicios de aborto en los casos despenalizados por la Corte sean prestados por los servicios públicos de salud a todas las mujeres que lo requieran

La decisión de interrumpir un embarazo está íntimamente relacionada con el ejercicio de la autonomía y las libertades individuales

La primera y más importante de todas las consecuencias de la autonomía y las libertades individuales consiste en que los asuntos que atañen sólo a la persona debe decidirlos únicamente ella, pues de lo contrario se le arrebataría su condición ética, se la reduciría a su condición de objeto, se la cosificaría, se la convertiría en medio para los fines que por fuera de ella otros eligen (el Estado, la Iglesia, grupos de la sociedad civil organizada, la familia, etc.). Cuando el Estado reconoció la autonomía de la persona en la Constitución de 1991, resolvió dejarla que decidiera sobre su propia vida, sobre lo bueno y lo malo, sobre el sentido de su existencia. Es tan extremo este respeto, que el Estado no tiene la facultad de proteger al ciudadano contra sí mismo. La decisión de una mujer de interrumpir un embarazo no deseado, decisión que tiene que ver con su integridad, es un asunto que sólo le concierne a quien decide sobre su propio cuerpo. Razón tienen los grupos de mujeres cuando gritan durante sus protestas «Ni de la Iglesia ni del Estado, mi cuerpo es mío y yo decido».

La penalización del aborto no salva fetos, pero sí mata mujeres

Catalogar el aborto como un delito no ha demostrado persuadir a las mujeres que quieren interrumpir un embarazo de no hacerlo. Cuando una mujer se encuentra en una situación tan desesperada que prefiere convertirse en delincuente antes que en madre, la pena anunciada por el Código Penal no la convence de no abortar, sólo la obliga a acudir a procedimientos inseguros que ponen en peligro su vida. Las mujeres pueden llegar a usar ganchos de ropa, vidrios, líquido de frenos para carros, veneno para ratas y muchas otras horrorosas opciones en medio de su desesperación, sin importar qué tan peligroso pueda ser para ellas. Por tal razón, el Ministerio de Protección Social hizo esta afirmación en uno de los conceptos que envió a la Corte Constitucional: la penalización del aborto no salva fetos, pero sí mata mujeres. A quienes les interese más salvar fetos que mujeres, que busquen una alternativa más efectiva para lograr su propósito, pues la penalización del aborto claramente no funciona.

Incluso en un escenario de total cubrimiento en educación sexual y acceso a anticonceptivos, el aborto sigue siendo necesario para casos extremos

Muchas personas me critican diciendo que todo el tiempo y energía que gasto tratando de despenalizar el aborto debería usarlo en la prevención de embarazos no deseados. Otros argumentan que antes de despenalizar el aborto habría que pensar en castigar a los violadores. A todos les respondo que en materia de derechos sexuales y reproductivos no es lo uno o lo otro, sino lo uno y lo otro. ¿Quién dijo que teníamos que escoger entre castigar a un violador y ofrecerle a la víctima la posibilidad de interrumpir ese embarazo? Insisto: debemos apuntar a una sociedad con total cubrimiento de educación sexual de calidad, total acceso a anticonceptivos 100% eficaces y niveles nulos de violencia sexual. Esta sociedad es una utopía que ni siquiera los países más desarrollados y con una mayor equidad de género han alcanzado; sin embargo, es el ideal y en eso estamos todos de acuerdo —espero—. Pero incluso en esa sociedad ideal, sigue siendo necesario el aborto legal para casos que no pueden prevenirse con educación o anticonceptivos como los que le pedimos a la Corte que liberalice: peligro para la vida o salud de la mujer, graves malformaciones fetales que hagan imposible la vida por fuera del útero materno y embarazo por causa de violación. Lo he repetido mil veces pero lo hago una vez más: la despenalización parcial del aborto no busca alcahuetear ni mucho menos promover la irresponsabilidad sexual, sólo ofrecerles opciones a mujeres en circunstancias extremas.

Ningún derecho es absoluto, ni siquiera los derechos de los no nacidos. Si es que los tienen…

La discusión sobre la titularidad de derechos de los no nacidos no se ha zanjado. No es claro si el derecho a la vida empieza a predicarse a partir del nacimiento (según el Código Civil, las personas comienzan a existir jurídicamente al separarse del cuerpo de la madre), o desde un momento anterior como la fecundación, la concepción, o el momento en que se desarrolla el sistema nervioso en el feto. No se trata de esperar a que la gran discusión de científicos, filósofos y teólogos sobre cuándo comienza la vida humana tenga una respuesta satisfactoria para todos. Simplemente, no creo que sea posible llegar a un consenso al respecto y por eso no podemos esperar hasta que se pongan de acuerdo para solucionar este problema. Lo importante, entonces, es entender que incluso si admitiéramos que el no nacido tiene derechos, éstos no podrían considerarse absolutos, pues ninguno de los derechos fundamentales lo es. Todo derecho tiene como limitación los derechos de los demás y deben, por tanto, ponderarse en cada caso los intereses jurídicos en conflicto. Por consiguiente, según la Corte, la despenalización del aborto en casos extremos responde a la necesidad de armonizar los supuestos derechos del no nacido con los derechos de la mujer embarazada, reconociendo así intereses jurídicos legítimos de las dos partes; la respuesta no es absoluta ni en uno ni en otro sentido (ni total despenalización ni total penalización).

El abuso de un derecho no es razón suficiente para negar su reconocimiento

Uno de los argumentos que más me ofenden de quienes se oponen a la despenalización parcial es el que desconoce el principio de la buena fe y presume que todas las mujeres pretenderán haber sido violadas para poder abortar. En primer lugar, me parece que el punto de partida es reconocer que las mujeres ni desean ni disfrutan abortar; cuando lo hacen, se encuentran en circunstancias desesperadas y no ven otra salida a su situación que interrumpir su embarazo, incluso si eso las convierte en delincuentes. Por otra parte, es cierto que reconocer el derecho de las mujeres a abortar en ciertas circunstancias implica el posible abuso de ese derecho, pero eso mismo sucede con todos los derechos y no por ello deben restringirse. Por ejemplo, hemos sido testigos de cómo el sistema de derechos y libertades de las sociedades occidentales ha dado lugar a la comisión de actos terroristas que, si bien deben castigarse, no son nunca razón suficiente para eliminar esos derechos y libertades. El día en que una mujer denuncie falsamente una violación para poder acceder a un aborto legal y seguro podrían ponerse en marcha los mecanismos existentes para este tipo de abusos, como el delito de falsa denuncia, pero no podemos decir que esa es razón para negarle la posibilidad de abortar legalmente a la mujer que, en efecto, fue víctima de una violación. Lo importante aquí es reconocer las implicaciones de los derechos: la libertad de expresión nos permite a todos decir lo que pensamos, y aunque algunos dicen muchas estupideces, no por ello tenemos derecho a callarlos. El delito de falsa denuncia es una de las medidas que ya existen y que pueden usarse para castigar los casos de abuso identificado